jueves, agosto 26, 2010

Odio la comida porque la amo

Como me siento cuando hago dieta?
Como si me hubiesen sacado mi provisión diaria de morfina, así me siento.
Será que tengo más problemitas mentales, además de los sabidos? Puede la comida ser tan importante en la vida de una persona? La verdad es que, lamentablemente, la respuesta a las dos preguntas es Si. Desde que soy chica la comida forma parte más que importante en mi vida, y gran parte de sentarse a comer está acompañada de sensaciones agradables, aromas previos que salen de la cocina, platos muy abundantes y saborear a fondo cada bocado. Se podría decir que para mi, comer no es sólo el hecho de alimentarse, sino toda una experiencia placentera.
Amo probar restaurantes nuevos, y si es étnico, todavía mejor. Al salir a comer afuera tengo dos opciones: si conozco el lugar y prefiero un plato, lo repito hasta el cansancio, o me tiro a la pileta probando un plato con nombre raro o especias que no conozco todavía. Mucha veces me siento Remy, la ratita de Ratatouille. No porque quiera ser un roedor de alcantarilla, por más bien que me caigan los animalitos sucios (?), sino porque, esté comiendo un plato sofisticado a las orillas del Támesis o un alfajor Jorgito en la plaza de la esquina, lo saboreo como si fuera la última cosa que voy a probar con vida.



Además de gustarme su sabor, ver fotos de comida me fascina. No es fácil sacar fotos buenas de un plato, y cuando encuentro blogs que derrochan calidad no puedo parar de mirarlos, consecuentemente dándome hambre en el proceso, por supuesto.
Y no es que mi hambre se pase rápido, no. Yo tengo hambre siempre. SIEMPRE. Desde que me levanto hasta que me acuesto, hambre. Mi hambre tiene varias etapas y va fluctuando durante el día. Desde que me levanto, entonces, pienso qué me gustaría comer, aunque termine devorando un sanguchito y una maruchan yo sueño, porque todavía es gratis: en el desayuno (tostadas con manteca!), a la medía mañana (mmm… sanguchitos de miga de roquefort), el brunch (ahora que inventaron el brunch viene bárbaro! bruschetas con jamón crudo, muzzarella y albahaca!!), el almuerzo (sushi, reconfortante sushi), la media tarde (que ganas de unos burritos o unas frutillas con helado!), el té (con una degustación de tortas heladas) la cena (una pizza gigante a los cuatro quesos) hasta el snack de medianoche (gomitas y dulces mientras miramos una pelo, en su defecto, pochoclos, nachos con queso, o cupcakes).
Si, señores, ese sería mi día perfecto, idílico, donde uno no explota ni se desmaya luego del décimo octavo Mogul.
Y todo esto viene a colación de que, ante el reclamo indiscriminado de "tengo hambre", la mayoría de la gente (sobretodo madres) contestan con total naturalidad:
"Tomate un vasito de agua"……..¬_¬
Que se piensan? que es lo mismo? que llena? desde cuando llena el agua? Señor Cormillot, a usted le hablo, el agua NO llena, no sacia, no entretiene, no hace nada. Sirve nomás para no morir de inanición en desiertos random y hervir verduras, que dicho sea de paso debería estar prohibido porque es un asco.
Desde este momento me rebelo carajo. Me rebelo contra las galletas de arroz (eso y chupetear un cartón es lo mismo) y los productos de soja (salchichas de soja? porqué no probás con un chorizo de masa de modelar? por lo menos, tiene color y no gusto a zapatilla vieja). Me rebelo contra el "comete un caramelito así engañas el estómago" Caramelito?? Un paquete de Chocolinas me tengo que morfar para engañar al estómago!!!
Hace poco tuve una revelación, mientras me deprimía, mucho, sobre lo gorda que estaba.
Y saben una cosa? Me importa tres (3) huevos tener el cuerpo de Xena la princesa guerrera, tener pancita con salvavidas y asustarme del tamaño que tiene mi culo. Porque? Porque la comida me hace felíz, porque es un placer que puedo tener tres (3) veces al día o más, y me dan lástima las personas frígidas que comen solamente porque es la hora de comer algo. Porque como yo me estoy quejando de que tengo demasiado culo, una chica en Taiwán nació sin ojete y da su vida por tener mínimamente un (1) cachete mínimamente redondo. Y por sobretodo, porque intenté vivir sin comida, sin sabor, y la sonrisa que siempre llevo, esa sonrisa de gordita satisfecha y cachetones apretables, se me borró de la cara.
Porque un cuerpo feo, gordito y desparejo, es difícil de disimular, pero una cara triste y sin ganas de vivir, es imposible.